EL TRABAJO ES UNA BENDICIÓN
En la actualidad hay muchas personas que consideran que el trabajo es una consecuencia del pecado de Adán, esta manera de pensar en cuanto al trabajo, también la tienen algunos creyentes, pues piensan que, si Adán no hubiese pecado, no tendrían que trabajar para sustentar todas sus necesidades, sino que Dios en su amor y generosidad, supliría cada una de ellas. Pero el trabajo para los hombres, no nació tras el pecado de Adán, sino que fue establecido mucho antes por el eterno Creador. Dios ordenó al primer hombre que trabajara poco tiempo después de haber creado el planeta y todo el universo. Esta orden de Dios la encontramos en el primer libro de la Biblia: “Dios puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara,” Génesis 2:15 TLA.
Contrariamente a lo que muchas personas piensan, el trabajo no es una maldición de Dios a causa del pecado del hombre; sino que es una bendición de Dios para que el hombre pueda sustentar por sí mismo sus necesidades alimenticias, así como sus otras necesidades básicas. Por eso, Dios en su infinita omnisciencia, antes de que el pecado entrara al mundo, ordenó a Adán que cuidara y cultivara el jardín que había acabado de crear. Este cuidado implicaba que Adán, debía labrar la tierra para que el jardín del Edén produzca los frutos necesarios para alimentarse de ellos diariamente.
Pese a que el trabajo es una bendición de Dios, algunos hombres tienen "alergia" al trabajo porque denotan alguna característica desagradable, o simplemente no tienen deseos de hacer algo para sustentar sus propias necesidades, y en su lugar desean que otros les mantengan. El hombre debería darse cuenta de que ningún trabajo es completamente ideal y fácil de cumplir, que no requiera hacer ningún esfuerzo. Toda ocupación tiene siempre sus complicaciones y grados de dificultad. Algunos trabajos requerirán de la aplicación de la fuerza, otros de la aplicación de la mente, pero ningún trabajo existente en el mundo es imposible de cumplir. Para que el trabajo sea agradable y fácil, el hombre tiene que ponerle empeño, ganas y enamorarse de lo que le toca hacer para sustentar todas sus necesidades cotidianas.
Los hijos de Dios, no sólo deben trabajar para suplir sus propias necesidades cotidianas, sino que también lo debe hacer para ayudar en algo a otros que están en necesidades, pues este es el anhelo de Dios para cada uno de sus hijos. Con esto en mente, debemos trabajar diligentemente dando gracias a Dios por el trabajo que nos ha provisto. Pues este es el medio por el cual, Dios nos bendice para que no pasemos necesidades, sino que tengamos los recursos necesarios para suplir cada una de nuestros requerimientos. Además, debemos trabajar pensando que lo que hacemos es para el Señor y no para los hombres.